4 de julio de 2018

Una sinfonía de verano.

Una sinfonía de Verano. 
Jorge Rodríguez Vives. 


Señala Daniel Barenboim, el célebre pianista y director judío-argentino, que “parece que el mundo del sonido es capaz de elevar al individuo por encima de una preocupación limitada por su propia existencia, hacia una percepción universal de su lugar entre los demás seres humanos”. Con esa expresión considero podría resumir la vivencia que tuvieron los estudiantes del Instituto Tecnológico de Monterrey su verano i acá en Costa Rica.  En su mayoría los estudiantes desconocían quién era una persona refugiada, y salieron de México con la intención de venir a Costa Rica a empoderar a un grupo de emprendedores refugiados.

Las primeras notas de la sinfonía que comenzaron a ejecutar denotaban claramente el ímpetu y la fuerza que la misma juventud les otorga. Estaban dispuestos a seguir una melodía, basándose en la dignidad humana y el descubrimiento personal. La fuerza que reflejaron Aún sin conocerse, el grupo llegó con ese deseo de hacer algo por alguien que era desconocido. Tuvieron la fuerza para reinventarse, luchar contra la frustración de no tener absoluto control. Se enfrentaban con el rompimiento de una burbuja, que producía un sonido maravilloso. Usaron su fuerza para guiar, para construir y para avanzar. Tuvieron la fuerza para ser un equipo de trabajo, para ser valientes y no sucumbir al miedo.

Conforme la sinfonía avanzaba se dieron cuenta los 13 valientes que su lugar era inspirar, compartir y jugar el rol que la historia les pedía que jugaran. El sonido de ser ellos dueños de una ventaja formativa y tenerla que poner al servicio de personas que carecían de esa ventaja. Se enamoraron de las historias, del coraje y de las acciones que tomaban esos refugiados para seguir adelante sin perder la sonrisa. Comenzaron a aportar su transparencia a la música que como orquesta estaban creando, cada día con más sonrisas en los rostros de sus pupilos. Aportaron sabiduría, trabajo arduo y dedicación.

La sinfonía se acercaba al final,  por lo que la potencia de su intervención se puso a prueba. Los 23 emprendedores debían poner en práctica los consejos de ejecución que habían enseñado. Cada uno de esos emprendedores tenían un solo que representaba el punto más notable de la sinfonía. Los 13 mentores eran parte de la orquesta y lograron forjar ritmos y melodías que emocionaron a la audiencia, demostrando que en el corto tiempo su técnica y su ética estaba impactando vidas.

Gracias doña Laura, gracias Cristian, gracias Emilio por apoyarnos en la defensa de los proyectos. Gracias Tomas por documentar el proceso. Gracias Guillermo por facilitarnos el teatro.

El trabajo de Aldo, Wendy, Adrián, Macarena, Oscar, Adriana, Alicia, Andrea, Beatriz, Gerardo, Luis Javier, Nahomi y Edgardo fue impecable, cual ejecutantes profesionales. Son jóvenes que vencieron miedos, angustias y retos. Lograron demostrar que la empatía es una forma de vida; que las sonrisas  pueden acallar pasados de tristeza y que ser valientes es una decisión. Ellos lograron enseñarnos a todos que el poder está en cada uno de nosotros y que poner nuestras fortalezas al servicio del resto es la máxima forma de hacer que nuestras vidas sean relevantes.

Indudablemente, el apoyo de las Directoras de la Orquesta, Verónica y Luz Graciela hicieron posible que el ensamble funcionara, con tiempos justos y sonidos armoniosos. El trabajo dedicado que junto a Benjamin como concertino de la orquesta realizaron no pasó desapercibido por la vida de quienes hoy creen que sus negocios son más valiosos y se empoderaron para seguir dándolo todo para salir adelante.

Gracias al equipo del TEC de Monterrey, por las lecciones que me han dejado en este verano. Gracias a Isaac por creer que era posible. Gracias Judith por hacer todo y m[as para estar ac[a. Gracias Yoshiko. Gracias Zobeida, Gaby, Laura, Yescarleth y Eledith por apuntarse a una locura más. 

Gracias a todas las personas emprendedoras que trabajaron con nosotros, sin ustedes nada de lo que hacemos tendría sentido. Gracias por creer en nuestro trabajo. 


Decía Robert Kennedy “… me opongo a  la creencia de que no hay nada que un hombre o una mujer puedan hacer contra la enorme variedad de males del mundo, contra la miseria y la ignorancia, la injusticia y la violencia. [...]Sólo aquellos que se atreven a arriesgar mucho pueden lograr mucho..." gracias  todas y todos por arriesgarse y ser los valientes que abrieron el camino. Gracias por sumar voluntades. 

18 de enero de 2018

Los pilares del liderazgo hacia el bicentenario.

Los Pilares del Liderazgo hacia el Bicentenario.
Jorge Rodríguez Vives. Internacionalista.

Comenzamos un año trascendental en la vida democrática del país, estamos próximos a elegir a la persona que se desempeñará en la Presidencia de la República y a los legisladores del Bicentenario. Mucho se ha escrito sobre la ausencia de liderazgos y la apatía de la sociedad por la cosa pública. Vale la pena entonces que reflexionemos sobre el liderazgo que queremos de los líderes del bicentenario y de nosotros mismos como ciudadanos de la Costa Rica del Bicentenario.

Pensar en las cualidades que necesitarán los líderes políticos del bicentenario es pensar en las personas que queremos inspiren nuestro futuro y en gente que quiera mejorar la democracia en la que vivimos, que sean ejemplo y que estén dispuestos a sacar lo mejor de sí para ponerlo al servicio de la comunidad y su entorno.  Liderazgos con nuevas ideas y que sean fieles a los principios y valores que han inspirado a nuestra sociedad en distintos momentos.  Formas de liderazgo que se cimienten en principios y valores que nos permitan seguir un camino que otros grandes líderes han forjado y del que somos dignos herederos.
   
Un buen consejo sobre esa visión tan clara que no podemos permitirnos olvidar, nos la brinda el maestro Daniel Barenboim cuando dice: “hemos visto que la idea de la música podría representar un modelo para la sociedad; la música nos enseña la importancia de la interrelación entre transparencia, potencia y fuerza. El flujo inevitable de la música significa movimiento constante, desarrollo, cambio y transformación. Nada se mantiene quieto… en la vida el ser humano o solo tiende a querer deshacerse de lo desagradable o lo negativo en cuanto puede, sino también aferrarse con mayor solidez a lo agradable y lo positivo…”  

Transparencia, potencia y fuerza. Tres palabras que posiblemente cambiaron mi vida cuando leía Barenboim. La transparencia no vista “por lo que dirán otros” sino con nosotros mismos, de ser consecuentes entre lo que defendemos y hacemos. La transparencia de ser fieles a nosotros mismos, posiblemente esto es lo que más cuesta. Una transparencia para decir lo que queremos y provocar cambios sin dobles agendas. Una transparencia para ejercer con dignidad y tranquilidad el liderazgo que cada uno de nosotros tiene, lealtad para trabajar en equipo y crear confianza, lealtad para no caer en el absurdo común de nuestro país de serruchar el piso, lealtad para no caer ante burdas tentaciones y sobre todo transparencia- lealtad para reconocer las consecuencias de nuestros actos y de nuestras inacciones.

Potencia para saber realmente impactar en la mejora de la democracia. Potencia al aplicar los talentos que nos han dado y ponerlos al servicio de nuestra sociedad y nuestro país. Potencia para identificar espacios en lo que podamos influir para así mejorar el entorno, ayudar al que lo necesita y crecer por el aporte que estamos dando.  En definitiva potencia, como la entendía Aristóteles, de ser un individuo receptor de energías que potencian el cambio, en otras palabras, no tener miedo de asumir el rol que la historia nos pide que juguemos.

Fuerza, un elemento que vinculamos al ímpetu. La fuerza debemos entenderla  como esa sensación que quema y nos mueve a hacer las cosas porque son correctas. La fuerza que nos motiva a luchar y seguir adelante y que facilite superar obstáculos del camino que hemos emprendido. Fuerza para reflexionar y evaluarnos. Fuerza para aceptar que no se vale echarle la culpa al otro si estamos en un equipo. Fuerza para guiar, para construir y para soportar las críticas dañinas que tendremos al ejercer el liderazgo. Fuerza para ser valientes y no tener miedo.

Tres palabras,  transparencia, potencia y fuerza. Parecen adecuadas estas palabras para sembrar  en el surco del tiempo.  Un tiempo de esperanza donde la responsabilidad social individual de cada uno de nosotros es el factor de cambio  y la voluntad de medir el progreso no solo esté dado a partir de manifestaciones económicas, sino en llevarles una sonrisa a los niños y adultos mayores, a nuestras mujeres jefas de hogar, a las personas más vulnerables. Esa es la democracia y la sociedad que queremos.

Como decía Robert Kennedy “… me opongo a  la creencia de que no hay nada que un hombre o una mujer puedan hacer contra la enorme variedad de males del mundo, contra la miseria y la ignorancia, la injusticia y la violencia. [...]Sólo aquellos que se atreven a arriesgar mucho pueden lograr mucho..." Así que  nuestro reto es grande, nuestro designio es no tener miedo y tener la disposición de estar  donde la historia nos ha pedido que entremos a marcar la diferencia.