Los
Pilares del Liderazgo hacia el Bicentenario.
Jorge Rodríguez Vives. Internacionalista.
Comenzamos un año trascendental en la
vida democrática del país, estamos próximos a elegir a la persona que se
desempeñará en la Presidencia de la República y a los legisladores del
Bicentenario. Mucho se ha escrito sobre la ausencia de liderazgos y la apatía
de la sociedad por la cosa pública. Vale la pena entonces que reflexionemos
sobre el liderazgo que queremos de los líderes del bicentenario y de nosotros
mismos como ciudadanos de la Costa Rica del Bicentenario.
Pensar en las cualidades que necesitarán
los líderes políticos del bicentenario es pensar en las personas que queremos
inspiren nuestro futuro y en gente que quiera mejorar la democracia en la que
vivimos, que sean ejemplo y que estén dispuestos a sacar lo mejor de sí para
ponerlo al servicio de la comunidad y su entorno. Liderazgos con nuevas
ideas y que sean fieles a los principios y valores que han inspirado a nuestra
sociedad en distintos momentos. Formas de liderazgo que se cimienten en
principios y valores que nos permitan seguir un camino que otros grandes
líderes han forjado y del que somos dignos herederos.
Un buen consejo sobre esa visión tan
clara que no podemos permitirnos olvidar, nos la brinda el maestro Daniel
Barenboim cuando dice: “hemos
visto que la idea de la música podría representar un modelo para la sociedad;
la música nos enseña la importancia de la interrelación entre transparencia,
potencia y fuerza. El flujo inevitable de la música significa movimiento
constante, desarrollo, cambio y transformación. Nada se mantiene quieto… en la
vida el ser humano o solo tiende a querer deshacerse de lo desagradable o lo
negativo en cuanto puede, sino también aferrarse con mayor solidez a lo
agradable y lo positivo…”
Transparencia, potencia y fuerza. Tres
palabras que posiblemente cambiaron mi vida cuando leía Barenboim. La
transparencia no vista “por lo que dirán otros” sino con nosotros mismos, de ser
consecuentes entre lo que defendemos y hacemos. La transparencia de ser fieles
a nosotros mismos, posiblemente esto es lo que más cuesta. Una transparencia
para decir lo que queremos y provocar cambios sin dobles agendas. Una
transparencia para ejercer con dignidad y tranquilidad el liderazgo que cada
uno de nosotros tiene, lealtad para trabajar en equipo y crear confianza,
lealtad para no caer en el absurdo común de nuestro país de serruchar el piso,
lealtad para no caer ante burdas tentaciones y sobre todo transparencia-
lealtad para reconocer las consecuencias de nuestros actos y de nuestras
inacciones.
Potencia para saber realmente impactar
en la mejora de la democracia. Potencia al aplicar los talentos que nos han
dado y ponerlos al servicio de nuestra sociedad y nuestro país. Potencia para
identificar espacios en lo que podamos influir para así mejorar el entorno,
ayudar al que lo necesita y crecer por el aporte que estamos dando. En
definitiva potencia, como la entendía Aristóteles, de ser un individuo receptor
de energías que potencian el cambio, en otras palabras, no tener miedo de
asumir el rol que la historia nos pide que juguemos.
Fuerza, un elemento que vinculamos al
ímpetu. La fuerza debemos entenderla como esa sensación que quema y nos
mueve a hacer las cosas porque son correctas. La fuerza que nos motiva a luchar
y seguir adelante y que facilite superar obstáculos del camino que hemos
emprendido. Fuerza para reflexionar y evaluarnos. Fuerza para aceptar que no se
vale echarle la culpa al otro si estamos en un equipo. Fuerza para guiar, para
construir y para soportar las críticas dañinas que tendremos al ejercer el
liderazgo. Fuerza para ser valientes y no tener miedo.
Tres palabras, transparencia, potencia y fuerza. Parecen
adecuadas estas palabras para sembrar en
el surco del tiempo. Un tiempo de
esperanza donde la responsabilidad social individual de cada uno de nosotros es
el factor de cambio y la voluntad de medir el progreso no solo esté dado
a partir de manifestaciones económicas, sino en llevarles una sonrisa a los
niños y adultos mayores, a nuestras mujeres jefas de hogar, a las personas más
vulnerables. Esa es la democracia y la sociedad que queremos.
Como decía Robert Kennedy “… me opongo a la
creencia de que no hay nada que un hombre o una mujer puedan hacer contra la
enorme variedad de males del mundo, contra la miseria y la ignorancia, la
injusticia y la violencia. [...]Sólo aquellos que se atreven a arriesgar mucho
pueden lograr mucho..." Así que nuestro reto es grande, nuestro
designio es no tener miedo y tener la disposición de estar donde la
historia nos ha pedido que entremos a marcar la diferencia.