18 de enero de 2018

Los pilares del liderazgo hacia el bicentenario.

Los Pilares del Liderazgo hacia el Bicentenario.
Jorge Rodríguez Vives. Internacionalista.

Comenzamos un año trascendental en la vida democrática del país, estamos próximos a elegir a la persona que se desempeñará en la Presidencia de la República y a los legisladores del Bicentenario. Mucho se ha escrito sobre la ausencia de liderazgos y la apatía de la sociedad por la cosa pública. Vale la pena entonces que reflexionemos sobre el liderazgo que queremos de los líderes del bicentenario y de nosotros mismos como ciudadanos de la Costa Rica del Bicentenario.

Pensar en las cualidades que necesitarán los líderes políticos del bicentenario es pensar en las personas que queremos inspiren nuestro futuro y en gente que quiera mejorar la democracia en la que vivimos, que sean ejemplo y que estén dispuestos a sacar lo mejor de sí para ponerlo al servicio de la comunidad y su entorno.  Liderazgos con nuevas ideas y que sean fieles a los principios y valores que han inspirado a nuestra sociedad en distintos momentos.  Formas de liderazgo que se cimienten en principios y valores que nos permitan seguir un camino que otros grandes líderes han forjado y del que somos dignos herederos.
   
Un buen consejo sobre esa visión tan clara que no podemos permitirnos olvidar, nos la brinda el maestro Daniel Barenboim cuando dice: “hemos visto que la idea de la música podría representar un modelo para la sociedad; la música nos enseña la importancia de la interrelación entre transparencia, potencia y fuerza. El flujo inevitable de la música significa movimiento constante, desarrollo, cambio y transformación. Nada se mantiene quieto… en la vida el ser humano o solo tiende a querer deshacerse de lo desagradable o lo negativo en cuanto puede, sino también aferrarse con mayor solidez a lo agradable y lo positivo…”  

Transparencia, potencia y fuerza. Tres palabras que posiblemente cambiaron mi vida cuando leía Barenboim. La transparencia no vista “por lo que dirán otros” sino con nosotros mismos, de ser consecuentes entre lo que defendemos y hacemos. La transparencia de ser fieles a nosotros mismos, posiblemente esto es lo que más cuesta. Una transparencia para decir lo que queremos y provocar cambios sin dobles agendas. Una transparencia para ejercer con dignidad y tranquilidad el liderazgo que cada uno de nosotros tiene, lealtad para trabajar en equipo y crear confianza, lealtad para no caer en el absurdo común de nuestro país de serruchar el piso, lealtad para no caer ante burdas tentaciones y sobre todo transparencia- lealtad para reconocer las consecuencias de nuestros actos y de nuestras inacciones.

Potencia para saber realmente impactar en la mejora de la democracia. Potencia al aplicar los talentos que nos han dado y ponerlos al servicio de nuestra sociedad y nuestro país. Potencia para identificar espacios en lo que podamos influir para así mejorar el entorno, ayudar al que lo necesita y crecer por el aporte que estamos dando.  En definitiva potencia, como la entendía Aristóteles, de ser un individuo receptor de energías que potencian el cambio, en otras palabras, no tener miedo de asumir el rol que la historia nos pide que juguemos.

Fuerza, un elemento que vinculamos al ímpetu. La fuerza debemos entenderla  como esa sensación que quema y nos mueve a hacer las cosas porque son correctas. La fuerza que nos motiva a luchar y seguir adelante y que facilite superar obstáculos del camino que hemos emprendido. Fuerza para reflexionar y evaluarnos. Fuerza para aceptar que no se vale echarle la culpa al otro si estamos en un equipo. Fuerza para guiar, para construir y para soportar las críticas dañinas que tendremos al ejercer el liderazgo. Fuerza para ser valientes y no tener miedo.

Tres palabras,  transparencia, potencia y fuerza. Parecen adecuadas estas palabras para sembrar  en el surco del tiempo.  Un tiempo de esperanza donde la responsabilidad social individual de cada uno de nosotros es el factor de cambio  y la voluntad de medir el progreso no solo esté dado a partir de manifestaciones económicas, sino en llevarles una sonrisa a los niños y adultos mayores, a nuestras mujeres jefas de hogar, a las personas más vulnerables. Esa es la democracia y la sociedad que queremos.

Como decía Robert Kennedy “… me opongo a  la creencia de que no hay nada que un hombre o una mujer puedan hacer contra la enorme variedad de males del mundo, contra la miseria y la ignorancia, la injusticia y la violencia. [...]Sólo aquellos que se atreven a arriesgar mucho pueden lograr mucho..." Así que  nuestro reto es grande, nuestro designio es no tener miedo y tener la disposición de estar  donde la historia nos ha pedido que entremos a marcar la diferencia.

1 comentario:

Ricardo dijo...

" Fuerza para ser valientes y no tener miedo." Excelente mae.