Las últimas semanas han sido realmente desconcertantes.
Escándalo tras escándalo se va mermando la confianza en el sistema democrático
que nos ha hecho grandes; día a día es más difícil poder sentarse para hacer
política de la grande de la que construye, porque los intereses personales
privan sobre los intereses comunes. Estamos frente a una sociedad cada
vez más violenta que desgraciadamente está detenida en ver lo malo, reaccionar
con habladurías pero que con hace nada por mejorar la situación y menos aún
disfrutar de lo bueno que si pasa en el país.
Esto es terrible para una sociedad que está a punto de
tener que elegir a su próximo líder del ejecutivo. Para una sociedad que juega
de grande en materia internacional, pero que está cayendo en contradicciones
internas importantes. Es problemático que esas actitudes afectan la actitud del
conglomerado, que desgraciadamente pareciera que no hay respuestas sobre los
problemas de fondo: la desigualdad, la violencia (que no es inseguridad, es un
tema de cambio de actitud del costarricense), la pérdida de confianza y de
vincularnos en mejorar todos la sociedad y el pacto social que
compartimos.
¿Dónde fue que perdimos el norte? ¿Qué fue lo que nos
pasó? ¿Por qué dejamos de hablarnos a los ojos con respeto, para simplemente
ignorar los argumentos? ¿Cómo nos permitimos llegar a esto? La pregunta
más importante ¿Qué vamos a hacer?
Dice el afamado pianista Daniel Barenboim, que la
transparencia, la potencia y la fuerza (conceptos muy utilizados en la música)
son conceptos que ayudarían a mejorar la sociedad dificultosa que vivimos.
Evidentemente son conceptos muy amplios, que van más allá de sus definiciones.
Una transparencia que no es "el que dirán los otros" sino
transparencia con nosotros, con nuestros valores y convicciones, con los
principios que nos unen como sociedad. Transparencia para generar cambios sin
dobles agendas y con la pertenencia de hacer el bien común.
Este país necesita potencia.Potencia para saber realmente impactar en la mejora de la
democracia. Potencia al aplicar los talentos que nos han dado y ponerlos al
servicio de nuestra sociedad y nuestro país. Potencia para identificar espacios
en lo que podamos influir para así mejorar el entorno, ayudar al que lo
necesita y crecer por el aporte que estamos dando. En definitiva potencia,
como la entendía Aristóteles, de ser en individuo receptor de energías que
potencian el cambio, en otras palabras, no tener miedo de asumir el rol que la
historia nos pide que juguemos.
Costa Rica merece que actuemos con fuerza. Con ese ímpetu
de lucha, dedicación y con el principio de buena fe para lograr los acuerdos
que hoy la sociedad nos exige. Fuerza para avanzar a pesar de haya momentos
amargos. Fuerza para creer que si podemos hacer bien las cosas. Fuerza para no
culpar al otro, sino para poder responsabilizarnos de que nuestras acciones
tienen que ver con el bienestar de todos. Fuerza para guiar, para construir y
para soportar las críticas dañinas que tendremos al ejercer el liderazgo.
Fuerza para ser valientes y no tener miedo.
Esa es la Costa Rica que nos necesita, esa creo yo será
la única forma en que podremos retornar al camino que hemos creado y
construido a lo largo de los últimos 192 años de vida independiente. Para
llegar al bicentenario tenemos que volver a vista a nosotros mismos, a
sentirnos orgullosos de lo que somos pero sobre todo ilusionarnos de lo que
podríamos llegar a ser.
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